sábado, 9 de diciembre de 2017

Diciembre 9 de 1958: dos victorias de Fidel




. Orlando Guevara Núñez
A las  8:30 de la noche del 9 de diciembre de 1958, el  oriental poblado de Baire  era tomado por el Ejército Rebelde. El día anterior, el Comandante en Jefe Fidel Castro había dirigido un  comunicado a los vecinos de este poblado, solicitándoles  su evacuación, pues el ejército de la tiranía se había atrincherado en las viviendas, creyendo evitar así el ataque, ya inminente.
El jefe de la Revolución explicaba la decisión de atacar la guarnición enemiga. Y dijo que prefería sacrificar el factor sorpresa “con tal de preservar las vidas de los  civiles, aunque cueste más caro a nuestros soldados la toma del pueblo”
Pero la guarnición batistiana no esperó el ataque y emprendió una precipitada huída, rumbo hacia la posición enemiga en el vecino Jiguaní. Así, las fuerzas de la Columna  Uno, bajo el mando de Fidel, convertían al legendario poblado de Baire en Territorio Libre de Cuba, no sin antes batir al enemigo en retirada. Victoria rebelde, victoria de Fidel.
Pero ese 9 de diciembre, Fidel  no estaba inmerso solo en la dirección de las operaciones militares. Estaba al tanto de las maniobras del águila imperial para impedir el triunfo del Ejército Rebelde. Y, aludiendo a una publicación de la revista norteamericana   Time, sobre la posibilidad de una intervención de Estados Unidos en Cuba, a través de la OEA, escribiría:
 “A buena hora se aparece esa gente con esas intenciones de intervención o de llamar a la Organización de Estados Americanos (OEA)   Cuando aquí la dictadura estaba tronchando cabezas por decenas y por centenares, no se preocuparon absolutamente nada por eso. No tienen derecho a venir a preocuparse ahora…”
Y fijaba una clara posición de principios: “De ninguna manera aceptamos ningún tipo de intervención en este conflicto. No aceptaremos nada que no sea la rendición incondicional de Batista y Columbia. Todo el que permanezca al lado de la dictadura tendrá que rendirse. Ese es un problema que no hay ni que preocuparse”
Una advertencia del  máximo jefe de la Revolución, ponía freno a las maniobras intervencionistas del imperio: “El que venga a intervenir, tendrá que entrar peleando. Ese es un problema que yo no sé qué vuelta la irán a dar, además creo que esa solución no tenga simparía ninguna  ante los países de América Latina y estoy seguro que la generalidad de los países Latinoamericanos se van a oponer a eso, Y además  tenemos otros resortes que podemos aplicar inmediatamente como legalizar la situación  nuestra”
En ese mismo 9 de diciembre, un enviado del Departamento de Estado de los Estados  Unidos, se reunía con el dictador Fulgencio Batista, en La Habana, con la aprobación del presidente  de ese país. El mensaje: sugerir al tirano su dimisión, entregando el poder a una  Junta Cívico Militar el siguiente 24 de febrero. Batista, creyéndose aún fuerte, rechazó la propuesta.
En su obsesión por evitar el triunfo rebelde, una semana después, el 17 de diciembre, el embajador de los Estados Unidos en Cuba se reúne con Batista y le informa que su gobierno le retira el apoyo sugiriéndole que lo más aconsejable era su renuncia y salida del país.
El propio dictador escribiría después sobre aquel encuentro: “Por las informaciones que el embajador Smith había recogido en fuentes militares y revolucionarias, de acuerdo con las interpretaciones que podía dárseles, suponía que los elementos básicos del Ejército no resistirían hasta el próximo 24 de febrero en que debía tomar posesión el presidente electo”.
De esa misma maniobra surgiría el  golpe de estado a raíz de la huida del tirano el primer día de enero de 1959. Pero la previsión de Fidel hizo sucumbir las intenciones intervencionistas yanquis ya conocidas. La advertencia hecha por el Comandante en Jefe el 9 de diciembre de 1958, se había transformado en otra victoria.


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